Amigo
  
Llevo 30 minutos sentado aquí viendo la serenidad de tu rostro, estás lleno de arrugas las cuales te hacen ver muy importante y sobrio, tu rostro es muy diferente del chico de 17 años que conocí. En este momento comprendo algo que no había notado durante mi vida y es que la misma es muy corta, empiezo a entender el porqué ese apuro tuyo de tratar de andar probando aquí y allá, descubriendo cosas todo el tiempo. Te veo allí acostado en tu ataúd, con una sonrisa perpetua y una serenidad que te sienta muy bien, de hecho, todo te sentaba bien cuando vivías, la felicidad, la pena, el amor, la dulzura, la paciencia, cualquier sentimiento encajaba bien en tu faz. Tu rostro se ve pálido pero el color realza más tus facciones, te ves bien. Has iniciado el clásico viaje sin retorno pero seguramente estás feliz pues siempre las aventuras por conocer algo nuevo te llamaron la atención, ya no podré competir contigo como solía hacerlo. Estoy muy abatido porque un amigo y enemigo real se ha ido, ahora tendré que lidiar con enanos que jamás se compararán contigo, la vida me aburrirá seguramente pues tu le ponías el toque del reto para todos aquellos que te considerábamos no un amigo sino un ente extraño que nos hacía ponernos a la defensiva inmediatamente sin siquiera haber una razón, aunque con el transcurso de los años me he dado cuenta que la razón era nuestra ceguera mental.

La palabra amigo realmente tenía sentido cuando tu estabas con nosotros, pero éramos tan testarudos, tan necios, tan obtusos que realmente te tratamos como alguien diferente, no podía ni quería aceptar que tú podías hacer muchas cosas y retabas a la vida día con día para hacerlas, te gustaba experimentar sin tratar de dañar a alguien. Simplemente por el hecho de hacer y conocer te arriesgabas un poquito más allá del límite mientras que nosotros, que siempre teníamos miedo a hacer cosas nuevas, te envidiábamos y tratábamos de hacerte sentir inferior a nosotros presumiéndote cosas que nosotros lográbamos y que tu aún no habías hecho, pero eso no te importaba. Tan infantil era nuestro comportamiento que incluso te presumíamos la estabilidad laboral que teníamos, pues mientras tú experimentabas en diversos lugares tu desempeño profesional, y en ocasiones ni eso, nosotros te demostrábamos lo que era lealtad a una empresa, el estar seguro en ella, el disfrutar los beneficios que te ofrecía la misma, mientras que tú nunca obtuviste nada similar, pero tampoco te importaba.

Otro aspecto que siempre me había molestado de ti es la facilidad que tenías para involucrarte con mujeres. En aquel entonces, creía erróneamente que te involucrabas emocionalmente o sexualmente con todas ellas pero con el tiempo me di cuenta solamente era amistad simple el lazo que los unía pero dentro de nuestra cerrazón mental dábamos por sentado que salías con todas ellas para ese “algo” más. Te criticábamos por ello y además nos parecía enfermo que no diferenciaras entre mujeres bonitas y las feas, siempre agarraste parejo. “La belleza de la mujer radica no en el aspecto de su cara, vientre, piernas, busto o trasero sino en lo que te hace sentir cuando le hablas, le escuchas, le abrazas, le besas, le amas, le extrañas o tan sólo le piensas. Cada mujer es un universo a descubrir, descubranlas\", esa era una de tus frases, nosotros siempre te agredíamos diciéndote que tú eras “ultraman” pues “te aventabas cada tiro con cada monstruo”. A ti no te importó y el universo femenil que te rodeo fue basto y muy amplio. Te veíamos con casadas, solteras, mujeres mucho mayores y mucho menores que tu, recuerdo que cuando tenías 37 años tenias amigas de 50 y 18 años de edad simultáneamente y todas ellas te aceptaban como eras, hasta ahora entiendo que lo hacían porque para todas ellas fuiste una luz dentro de la soledad a las que sumimos a esas mujeres el resto de los hombres que nos decimos “normales”.

Ellas te veían como algo especial, sin duda lo fuiste, pues cuando salías con alguna, ese tiempo con ellas era de ellas y nadie más, tú no tenías ojos ni oídos ni palabras más que para la mujer en turno. Les escuchabas, les platicabas, les disfrutabas y las hacías disfrutar en toda la extensión de la palabra, esto lo sé porque mi hermana salió contigo y se molestaba cuando le decía lo “viejero” que eras, ella me replicó diciendo que eso era porque tú sabías como tratar a una mujer mientras que los que se dicen hombres solo buscaban a una mujer como criada, banco de semen o fábrica de niños. Mi misma hermana me dijo la lista de nombres de mujeres con las que te veías en esa época, ella lo sabía, lo aceptaba y yo no entendía y me daba rabia que te permitiera eso ella. Me imaginaba que disfrutabas enormemente el amor que todas esas mujeres te prodigaban, ignoraba realmente cuál era el amor que te daban a manos llenas.

También envidiaba la forma en como te desplegabas por la vida, era interesante como tu curiosidad por las cosas no acababan hasta que podías hacer o vivir directamente lo que te había atraído. Cambiabas de trabajo con cierta frecuencia precisamente por esa curiosidad de probar lo que se sentía trabajar para tal o cual compañía o para tal o cual ambiente de trabajo. Aprendiste nuevos métodos de trabajo y cambiabas bruscamente de posición, de afanador a asesor de dirección, probaste limpiando baños, manejando taxis y administrando empresas, entre otras actividades que por algún lado me enteré que hacías.

Durante los últimos años de tus “veintes” casi te convertiste en alcohólico, yo pensaba que acabarías mal y me daba gusto, ignoro el porqué de ese sentimiento, tal vez era la molestia que se siente por una persona cuando esa persona hace lo que uno no se atreve a hacer. Mi sorpresa fue cuando me enteré que te recuperaste como si nada y mi sentimiento de ira contra ti, creció.

Es curioso que una persona como tu despierte esas sensaciones de reto en el resto de las personas que te conocimos pues nunca fuiste muy brillante en la escuela, eras estándar, como tu decías “No soy malo ni soy bueno, estoy en medio…conclusión, soy un mediocre, pero muy feliz”. Yo me burlaba de tus estúpidas conclusiones y tú te reías más de ti mismo, eso no lo toleraba, pero ahora sé que eso siempre fue uno de tus secretos para vivir, siempre fue reírte de ti mismo antes que de los demás.

Tampoco toleré que los demás se empezaran a dar cuenta de lo especial que eras, yo quería que me vieran a mí como ellos te veían a ti, me esforzaba para poder ser aceptado como uno de los más brillantes de la generación y lo logré pero ni aún así me dieron un 1 por ciento de la admiración que sentían por ti los demás. La comparación que más me chocaba que hicieran era acerca del equilibrio que tú habías alcanzado con los estudios, el deporte, tus amores, tu familia y tu desmadre. Siempre reconociste que en todo eras un mediocre, nunca destacaste en los deportes pero no eras malo en ninguno de ellos, nunca obtuviste calificaciones altas pero tampoco las más bajas, nunca estuviste solo en cuanto a amores se refiere pero nunca concretaste una relación a largo plazo, siempre andabas solo pero le hablabas a todas los personas que nos rodeaban “nerds”, “desmadrosos”, “raritos”, “feos”, “fresas”, “amargados”, “desadaptados”, los de otros grupos. Hay otras cosas más que me caen en la mente hoy en día. Me da la impresión que tu “mediocridad” era otra de tus claves para ser feliz, equilibrabas las cosas y nunca ibas más allá. No querías ser perfecto ni malo en algo pero querías saber de todo o al menos eso creo pues ahora ya no se que es la mediocridad... tú me confundiste.

Después, cuando empezamos desarrollarnos profesionalmente, me impactó la forma en que empezaste a empujar fuerte y a conocer diferentes ambientes, yo conseguí un trabajo desde entonces y aunque no logré los puestos más altos de la compañía si logré destacar en lo que me proponía, me he mantenido toda mi vida aquí lo cual me ha permitido hacer muchas cosas como conseguir una esposa, hacer mi vida independiente, viajar mucho, tener familia pero, invariablemente, siempre me venía a la mente una pregunta que ocasionaba que me maldiciera a mi mismo por hacérmela “¿Qué habrá sido de aquel tipo?”. Aparecías y desaparecías por periodos largos de tiempo, hay veces que medio mundo sabía donde estabas y que andabas haciendo pero había otras ocasiones en que de plano nadie sabía nada de ti.

Te confieso que cuando me enteraba que estabas sin trabajo o que tenías una pena encajada muy fuerte en tu corazón, me daba gusto y pensaba “Eso le pasa por imbécil”. Deseaba que acudieras a mí para pedirme ayuda y me imaginaba como te iba a negar esa ayuda. Eso nunca sucedió ya que como siempre, encontrabas un truco al que recurrías o “seguramente una falda donde posar tus penas”, pensaba.

Cuando aparecías para saludar, siempre ponía mi “jeta” de que estaba contento de volverte a ver y te decía las clásicas palabras de saludo “¿Qué gusto? ¿Cómo has estado? Platícame cómo te ha ido. Sigues trabajando en eso de los baños ¿No? ¡Ahhh! ahora vendes autos. Que interesante. A ver cuando nos vamos a echar un desayuno juntos ¿Mañana? No, no puedo. Yo creo que este mes no va a ser posible mi agenda esta muy llena… de puro aire, ¿Cómo? No, te digo que estoy “full”. Honestamente, no quería verte pues me incomodaba la frescura con la que te presentabas platicando tus aventuras. Recuerdo aquella ocasión que me comentaste que acababas de terminar un contrato en el que tuviste que dedicarte a lavar los baños de un restaurante por seis meses, me lo platicaste tan detenida y detalladamente que se me hizo grotesco, a mi me parecían asquerosas algunas de tus observaciones pero a ti te parecían maravillosos tus descubrimientos y lo contabas con un detalle y una emoción que hasta parecía que habías ido a la luna.

Después de muchos años en los que te perdí la vista, volviste a aparecer de forma misteriosa, te oías muy satisfecho con lo logrado. Te notaba cansado pero con esa alma infantil que siempre te caracterizó. Me hablaste para contarme algo que siempre habías guardado en tu corazón y fue para decirme que me admirabas por como era, lo que había logrado y lo que había sido, en ese momento sentía que la admiración y amor que te profesaba tanta gente era filtrado por ti y canalizado a mí persona.

Jamás había sentido un dolor tan fuerte en mi pecho, empecé a llorar silenciosamente y no te repliqué igual debido a que mi orgullo, mi estúpido orgullo aún estaba presente, me dijiste por teléfono las palabras que había buscado que alguien me dijera durante toda mi vida y que nadie más había notado, ahora entendía con claridad el porqué te amaba la gente, el porqué las mujeres te buscaban y saciaban contigo su sed de amor y compañía, el porqué los hombres buscaban tu plática y tu inteligencia reconfortante. Lo que hacías tú era no prestar atención a las formas que conforman nuestras personas sino veías lo que nuestro fondo trataba de decir con expresiones de lo que no teníamos control como lo era la forma de mirar, el movimiento de nuestras manos... el tono de voz. Eras capaz de ver incluso el odio que te proferíamos algunos y eso era lo que siempre te lastimó, no era necesario ofenderte, la simple intención de hacerlo te destrozaba y te hacía sentir muy miserable, vulnerable y lastimado. Esto también me lo dijiste y agregaste que por más que lo meditabas, no entendías como una persona de mi tamaño desperdició su vida odiando a alguien tan pequeño como tú, realmente fue una pérdida de tiempo, ha sido la bofetada más grande que he recibido.

Después de esa conversación, no sé como no te volví a hablar y decirte que así como siempre te había guardado rencor por ser algo que nunca podría ser yo, también había acumulado una profunda admiración por ti, pero me molestaba no saber en qué plano o qué parte de ti era lo que más me causaba asombro. Mi admiración creció hasta convertirse en un amor como el que las demás personas, hombres y mujeres, te dedicaban, un amor suave, respetuoso y casi de idolatría por un ser único, inigualable, original y honesto. Muchas veces me sentaba largos ratos junto al teléfono tratando de hablarte para decirte tantas cosas querido amigo pero nunca tuve tu valor para atacar de frente los problemas. Siempre fuiste un ser indescriptible y con mucho que dar, eras mediocre en todo, según tú, excepto en tu calidad de humano pues tú si lo eras, los demás éramos grotescas caricaturas de traumas y prejuicios jugando a tratar de ser lo que se nos había programado en nuestras cabezas y nunca estando satisfechos con lo que teníamos.

Me di cuenta que muchas de las cosas que logré profesionalmente fue porque tu fantasma me rondaba, había días que pensaba “un día de éstos me va a hablar para platicar alguna de sus aventuras en algún lado” tengo que crecer en algo para decirle “Mira lo que he logrado, mientras que tú, sigues perdiendo el tiempo en tonterías”. No me percaté que lo realmente importante se estaba yendo, la vida.

Querido amigo, ya te fuiste y no hay otra forma de comunicarme contigo. Ahora lo único que me queda es platicar a mis nietos el ser que conocí cuando universitario. Platicarles la leyenda que has dejado y procurar que la misma no sea olvidada pero no detallando a la persona sino la pasión por vivir y disfrutar cada recoveco de los días que transcurrían. Mi hija menor, que es una escritora incipiente, se interesó mucho en ti cando le platiqué de tu persona y ella se dio a la tarea de hablar con muchas personas que habían tenido contacto en cierta forma contigo. Escribió un pequeño libro acerca de tu persona y los sentimientos, añoranzas, amor, paz y sueños vistos desde terceros, provocados por tus palabras que caían cual bálsamo sobre todos ellos cuando recurrían a tu consejo para poder levantarse del tropezón en turno, cuando terminó de escribirlo te buscó para declararte el amor al ser humano que tú eras pues también fue abrazada por los efectos de tu mágica red de forma indirecta. Me alegra que te haya conocido y platicado contigo, le hizo bien pues observo que disfruta con mucho placer todo lo que hace todos los días, aprendió la lección que le dejaste.

Cuando nos enteramos de tu partida, yo y mi pequeña lloramos juntos, nos dimos un abrazo muy fuerte pues comprendimos lo que se acababa de ir. Nos tranquilizamos pensando que seguramente tu curiosidad por conocer el otro lado de la vida te había llevado a adelantarte en el camino.

Ahora estando aquí en tu funeral, preparado por una tus tantas amigas, he visto llegar decenas de hombres y mujeres. Las mujeres están recordando tus palabras amorosas, tiernas y, en muchas ocasiones, duras para animarlas, para levantarles el ego, para empujarlas a seguir caminando después de algún desventurado accidente emocional. Mientras que los hombres de plano nos hemos quitado el velo de la soberbia y estamos platicando sin tapujos la molestia que nos causaba tu éxito y el amor que poco a poco te empezamos a profesar ¡ah viejo bribón! Sigues haciendo de las tuyas aún hoy después de tu partida. Por fin, ahora que he estado hablando con algunas de las amigas que tú conociste y que están aquí a tu lado, me quité de la mente esa creencia de que cuando salías con alguna de las distintas mujeres que te conocimos fue para involucrarte íntimamente con ellas, que equivocado estaba pero socialmente estaba preparado para pensar así.

Ahora entiendo lo que significa la palabra amigo, me ha costado dos vidas entenderlo, la tuya y la mía. ¿Ahora que hago con el odio que creía sentía por ti? ¿Ahora que hago con esos rencores absurdos que pensé eran inacabables? ¿Ahora que hago con esa molestia que decía sentía por ti? Tú te fuiste y me di cuenta que los que te rodeábamos logramos metas soñadas o cercanas a esos sueños que teníamos de jóvenes gracias a esos sentimientos que generaste... nos jalaste, nos empujaste, nos animaste aún a la distancia a la que solías alejarte.

Querido amigo, espérame pacientemente y cuando te alcance, acompáñame en el sendero que seguramente esta del otro lado. Caminaremos y platicaremos como nunca antes lo hicimos de este lado. Te voy a tomar del brazo o mejor aún, voy a cruzar mi brazo por sobre tus hombros y con nuestro caminar cansado y lento, quisiera escuchar las miles de aventuras en las que te metiste y que solías platicar con ese brillo de ojos que tienes patentado y con tus “moralejas baratas” como les llamabas tú, con esos sonidos que les agregas a tus pláticas y con los bromas tan simpáticas con las que acotas tu conversación yo te platicaré los miles de corajes que me hiciste pasar sin que fuera tu culpa así como los logros que obtuve gracias a ti, te describiré como es mi familia y como han sido los años con cada uno de ellos y cuando acabemos todos los temas de conversación que tenemos pendiente, los reiniciaremos una y otra vez por el resto de la eternidad.


Te extraño tanto querido amigo.